domingo, 22 de mayo de 2011

Carta abierta a los ciudadanos colombianos.


Somos los indignados. Los que hemos soportado en silencio la situación y el destino que otros han dado a nuestro país, a nuestra sociedad.

Estamos indignados, porque Colombia es indignante. Porque no queremos seguir bajando la mirada y suponiendo que todo anda bien, cuando en realidad todo anda mal. Estamos cansados de mantener las condiciones que han permitido que millones de colombianos padezcan violencia, desplazamiento, hambre, discriminación y exclusión social. Estamos cansados de aportar nuestros recursos, nuestro trabajo e ingenio para lucrar a unos pocos oportunistas que disfrazan sus intereses personales bajos las banderas del bien común y la democracia, que roban los recursos públicos y condenan a nuestro pueblo al atraso, a la violencia, al hambre y a la muerte. Somos humillados cada vez que vemos cómo los más grandes delincuentes se burlan de la justicia y actúan en plena libertad, ejerciendo el poder y la violencia, para finalmente recibir penas ridículas si son capturados algún día.

Hemos decidido detener la cotidianidad de nuestras vidas y buscar un cambio. Un cambio que le devuelva el valor a la vida humana, que en este lugar vale menos que un puñado de billetes, unos gramos de droga, un teléfono celular o unos zapatos deportivos. Un cambio que le devuelva la conciencia a este pueblo sin dignidad, que se vende al mejor postor y entrega su honra ante cualquier propuesta de dinero fácil. Un cambio que haga verdadera justicia, que restituya a quienes lo han perdido todo y haga asumir a los victimarios la responsabilidad de sus acciones.

Los ciudadanos en el mundo entero están descubriendo su dignidad, y están reaccionando. Vivimos un momento de revoluciones que cambiarán la historia de muchos países. El grito por la democracia toma fuerza en territorios dominados por regímenes autoritarios. El reclamo de una democracia verdadera es profundizado en España, donde los ciudadanos quieren ser dueños de su propio destino y desmarcarse de las voluntades de las élites políticas que tradicionalmente han manejado el poder. Pero en Colombia tenemos llamados todavía más básicos y urgentes que la misma democracia, tenemos razones mucho más profundas para indignarnos. Hemos soportado sobre nuestras cabezas agachadas una realidad sangrienta y abominable.

Es posible que usted nunca haya protestado en su vida. Es muy probable que haya desarrollado la capacidad de llevar su vida diaria, tolerando en silencio lo intolerable. Tal vez crea que las cosas son como tienen que ser y que no existe solución alguna para la situación en la cual vivimos.

Por eso le hacemos llegar este mensaje. Porque estamos seguros de que la solución está en nuestras manos y es, precisamente, romper los muros del silencio y la indiferencia. Se trata de gritar con todas nuestras fuerzas las soluciones que exigimos y que conversamos todos los días mientras nos transportamos, nos tomamos una cerveza o un tinto y nos dedicamos a "arreglar el mundo". Vamos a arreglar el mundo, pero de verdad, aquí y ahora. Vamos a salir a las plazas a quejarnos, a expresar nuestra inconformidad. Vamos a rebelarnos ante un país que no es el país que deseamos, a desenmascarar nuestra complicidad silenciosa con los crímenes que desangran nuestra patria. Vamos a buscar un nuevo comienzo. Vamos a escribir la historia.

Únase. Necesitamos su voz, su indignación, su fuerza. Necesitamos llevar este mensaje a todos los ciudadanos, despertar todas las conciencias. Necesitamos unirnos a pesar de las diferencias que nos separan y encontrar ese bien común por el cual luchar. Necesitamos ponernos de acuerdo y rechazar con todas nuestra fuerzas la violencia, la corrupción y la impunidad. En cada ciudad necesitamos indignados. Indignados en cada pueblo, en cada vereda, en cada caserío. Necesitamos millones de indignados que despierten a este pueblo dormido y arrodillado ante sus propias desgracias. Necesitamos levantar la cabeza y decir NO MÁS.

Y que pase lo que tenga que suceder. No les tememos.

viernes, 20 de mayo de 2011

La Última Noche del Mundo por Ray Bradbury


-¿Qué harías si supieras que ésta es la última noche del mundo?
-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
-Sí, en serio.
-No sé, no lo he pensado.
El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café torrado.
-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.
-¡No lo dirás en serio!
El hombre asintió.
-¿Una guerra?
El hombre sacudió la cabeza.
-No.
-¿La bomba atómica o la bomba de hidrógeno?
-No.
-¿Una guerra bacteriológica?
-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Sólo, digamos, un libro que se cierra.
-Me parece que no entiendo.
-No. Y yo tampoco, realmente. Sólo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y sólo una cierta paz. -Miró a las niñas y los caballos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por primera vez hace cuatro noches.
-¿Qué?
-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: ¿Qué piensas, Stan?, y él me dijo: Tuve un sueño anoche. Antes que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ése. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.
-¿Era el mismo sueño?
-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente, cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios, o que se observaban las manos, o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.
-¿Y todos habían soñado?
-Todos. El mismo sueño, exactamente.
-¿Crees que será cierto?
-Sí, nunca estuve más seguro.
-¿Y cuando terminará? El mundo, quiero decir.
-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas. Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.
-¿Merecemos esto?- preguntó la mujer.
-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?
-Creo tener una razón.
-¿La que tenían todos en la oficina?
La mujer asintió.
-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era sólo una coincidencia. -La mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.
-Todo el mundo lo sabe. No es necesario. -El hombre se reclinó en su silla, mirándola.- ¿Tienes miedo?
-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.
-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?
-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.
-No hemos sido tan malos ¿no es cierto?
-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.
En el vestíbulo las niñas se reían.
-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.
-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.
-¿Sabes? Te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad, ni mi trabajo, ni nada, excepto vosotras tres. No me faltará nada más. Salvo, quizá, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?
-No se puede hacer otra cosa.
-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.
-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.
-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.
-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso... como siempre.
El hombre permaneció inmóvil durante un rato, y al fin se sirvió otro café.
-¿Por qué crees que será esta noche?
-Porque sí.
-¿Por qué no alguna noche del siglo pasado o de hace cinco siglos o diez?
-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 1969 y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano, y que nunca llegarán a tierra.
-Eso también lo explica, en parte.
-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué haremos ahora? ¿Lavamos los platos?
Lavaron los platos y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.
-No sé... -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.
-¿Qué?
-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?
-¿Lo sabrán también las chicas?
-No, naturalmente que no.
El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media.
Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada, cada uno a su modo.
-Bueno -dijo el hombre al fin.
Besó a su mujer durante un rato.
-Nos hemos llevado bien, después de todo- dijo la mujer.
-¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.
-Creo que no.
Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche, y retiraron las colchas.
-Las sábanas son tan limpias y frescas...
-Estoy cansada.
-Todos estamos cansados.
Se metieron en la cama.
-Un momento -dijo la mujer.
El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.
-Me había olvidado de cerrar los grifos.
Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.
La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.
-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.
- Buenas noches -dijo la mujer.

lunes, 16 de mayo de 2011

Luis Rueda Gómez, hasta el final.

Pienso en don Luis Rueda Gómez y un concepto es el que brota de inmediato en mi mente: él era uno de esos últimos cachacos verdaderos, símbolos de un ideal de vida descontinuado, perdido. Lo recuerdo en su conversación con su acento auténticamente bogotano, en su férrea defensa de los principios en los que fue formado y que defendió con todas sus fuerzas con su intelecto y su ejercicio del Derecho.

Era firme como una estatua, vehemente, recio. No le temblaba el ánimo para llamar las cosas por su nombre y decir la verdad con claridad, a quien fuera. Cuando le conocí, su ya venerable edad le rodeaba de un aura de respeto extraordinaria. Era una inspiración para aquellos jóvenes que lo escuchábamos y encontrábamos en su ejemplo la valentía para no ceder a la corriente de un mundo sin valores y sin esperanza. Si existen hoy tantos jóvenes empedernidos en la lucha por el respeto a la dignidad de la vida humana es por el esfuerzo continuo de hombres como Luis Rueda. Uno siempre necesita ver que sí es posible, que se puede dar la vida por un ideal, que se puede luchar hasta el final, hasta el último día, aun cuando la salud flaquee y las piernas se debiliten.

Tuvo don Luis Rueda que ver, al final de su vida, la más grande derrota del activismo Provida: la despenalización del aborto en los tres casos señalados por la Corte Constitucional. Nadie como él sabía las jugadas tramposas de ese proceso, las irregularidades y las injusticias que se cometieron. Y a pesar del juego sucio, combatió limpiamente junto con otros grandes personajes en una guerra desigual y rastrera. Y pese a perder, como se sabía que sucedería, no se quedó quieto. Siguió luchando. Fue él y solo él quien creyó que aún valía la pena demandar el decreto 4444 del Ministerio de Protección Social, que reglamentó en su momento la sentencia de la Corte. Fue él y sólo él quien ganó esa batalla anónima que produjo la suspensión provisional de dicho decreto por parte del Consejo de Estado. Los efectos de esa suspensión aún no han sido aplicados en su totalidad, y luego se inventaron formas de burlar esa victoria. Pero Luis Rueda continuó luchando.

Ese es el carácter de los Provida y espero que sus contradictores lean estas palabras. Se es Provida hasta la muerte. Hasta que un accidente absurdo acabe nuestros días, o hasta que la enfermedad nos arrebate las fuerzas por completo. Y no nos cansaremos de luchar. Y seguiremos marchando, demandando, denunciando, recolectando firmas y ayudando a las madres que se encuentran en situaciones desesperadas y recurren al aborto. Acá nos quedamos y nos quedamos peleando. Como don Luis Rueda.  Y él, desde el cielo, nos acompaña. Pueden esperar mucho más de nosotros.

***

Apenas ahora me entero de tu muerte, y me siento honrado de haberte conocido. Gracias, gracias infinitas por tu amistad. Espero que nos encontremos aquel día, y espero haber sido fiel a tu legado.

martes, 3 de mayo de 2011

Mi primer video sobre #leylleras, creado con una lógica totalmente distinta a la de ese proyecto.

Lo hermoso del trabajo en comunidad y las licencias flexibles: @mapisaro y @carobotero redactaron un texto, y @mapisaro hizo una infografía. @mapisaro utilizó los iconos del proyecto PICOL y compartió su infografía (y con @carobotero sus textos) bajo una licencia que sólo exige atribuir su autoría para permitir transformar la obra. Por esta razón pude, de una forma completamente legal, basarme en su trabajo y realizar este corto video. La música fue compartida por His Boy Elroy, un artista de CCMixter.org, también con una licencia flexible.

El resultado es este:

Explicando la #leylleras 1 from Red Pa Todos on Vimeo.

¿Hace falta decir que está protegido bajo una licencia flexible que permite copiar y transformar?

Si todos compartimos, todos ganamos.

Adelante.