miércoles, 23 de septiembre de 2015

Santos le repite la dosis a Bogotá

A Bogotá le repiten la estrategia. Peñalosa lidera la más reciente encuesta con sólo el 33% de la intención de voto, mientras que el 25 de agosto pasado se señalaba un empate técnico entre Pardo, Peñalosa y Clara López en cifras de alrededor del 22%. Creo que es una cifra peligrosa.

Gustavo Petro subió a la alcaldía de Bogotá con el 32% de los votantes, y yo me atrevería a pensar que esa es la capacidad de la maquinaria de la izquierda. Su ascenso a la alcaldía me parece que es responsabilidad directa del presidente Santos, quien puso a fichas suyas a restarle votos a Peñalosa (Parody, Luna, Galán) sin que se hicieran alianzas que previnieran la victoria de los progresistas.

En esta oportunidad está claro que Pardo es la ficha presidencial para la alcaldía (quien tampoco hará alianzas para prevenir una posible victoria de López) y de una forma más oscura podría sospecharse que Pachito cumple el mismo propósito, función que no pudo cumplir en las presidenciales y que casi le cuesta la reelección a su primo.

Si al elector promedio de Peñalosa le da pereza ir a las urnas, o si Pardo le quita un poco más de intención de voto, o si la última encuesta resulta estar amañada para motivar la comodidad indiferente del votante, podríamos presenciar el retorno triunfante del Polo Democrático al poder de Bogotá, el cual sería el pago por la emocionada campaña de la señora López por la reelección de Santos.

Maldonado, la candidata de Progresistas, con tan sólo 3% de intención de voto, ya anunció su apoyo a la candidatura de López, mientras del otro lado ni Pachito se anima. Petro está en el poder, y moverá toda su maquinaria (la vimos desplegada para evitar su destitución y su revocatoria de mandato) para asegurar la victoria de la izquierda. Y tiene muchas posibilidades de tener éxito.

domingo, 22 de mayo de 2011

Carta abierta a los ciudadanos colombianos.


Somos los indignados. Los que hemos soportado en silencio la situación y el destino que otros han dado a nuestro país, a nuestra sociedad.

Estamos indignados, porque Colombia es indignante. Porque no queremos seguir bajando la mirada y suponiendo que todo anda bien, cuando en realidad todo anda mal. Estamos cansados de mantener las condiciones que han permitido que millones de colombianos padezcan violencia, desplazamiento, hambre, discriminación y exclusión social. Estamos cansados de aportar nuestros recursos, nuestro trabajo e ingenio para lucrar a unos pocos oportunistas que disfrazan sus intereses personales bajos las banderas del bien común y la democracia, que roban los recursos públicos y condenan a nuestro pueblo al atraso, a la violencia, al hambre y a la muerte. Somos humillados cada vez que vemos cómo los más grandes delincuentes se burlan de la justicia y actúan en plena libertad, ejerciendo el poder y la violencia, para finalmente recibir penas ridículas si son capturados algún día.

Hemos decidido detener la cotidianidad de nuestras vidas y buscar un cambio. Un cambio que le devuelva el valor a la vida humana, que en este lugar vale menos que un puñado de billetes, unos gramos de droga, un teléfono celular o unos zapatos deportivos. Un cambio que le devuelva la conciencia a este pueblo sin dignidad, que se vende al mejor postor y entrega su honra ante cualquier propuesta de dinero fácil. Un cambio que haga verdadera justicia, que restituya a quienes lo han perdido todo y haga asumir a los victimarios la responsabilidad de sus acciones.

Los ciudadanos en el mundo entero están descubriendo su dignidad, y están reaccionando. Vivimos un momento de revoluciones que cambiarán la historia de muchos países. El grito por la democracia toma fuerza en territorios dominados por regímenes autoritarios. El reclamo de una democracia verdadera es profundizado en España, donde los ciudadanos quieren ser dueños de su propio destino y desmarcarse de las voluntades de las élites políticas que tradicionalmente han manejado el poder. Pero en Colombia tenemos llamados todavía más básicos y urgentes que la misma democracia, tenemos razones mucho más profundas para indignarnos. Hemos soportado sobre nuestras cabezas agachadas una realidad sangrienta y abominable.

Es posible que usted nunca haya protestado en su vida. Es muy probable que haya desarrollado la capacidad de llevar su vida diaria, tolerando en silencio lo intolerable. Tal vez crea que las cosas son como tienen que ser y que no existe solución alguna para la situación en la cual vivimos.

Por eso le hacemos llegar este mensaje. Porque estamos seguros de que la solución está en nuestras manos y es, precisamente, romper los muros del silencio y la indiferencia. Se trata de gritar con todas nuestras fuerzas las soluciones que exigimos y que conversamos todos los días mientras nos transportamos, nos tomamos una cerveza o un tinto y nos dedicamos a "arreglar el mundo". Vamos a arreglar el mundo, pero de verdad, aquí y ahora. Vamos a salir a las plazas a quejarnos, a expresar nuestra inconformidad. Vamos a rebelarnos ante un país que no es el país que deseamos, a desenmascarar nuestra complicidad silenciosa con los crímenes que desangran nuestra patria. Vamos a buscar un nuevo comienzo. Vamos a escribir la historia.

Únase. Necesitamos su voz, su indignación, su fuerza. Necesitamos llevar este mensaje a todos los ciudadanos, despertar todas las conciencias. Necesitamos unirnos a pesar de las diferencias que nos separan y encontrar ese bien común por el cual luchar. Necesitamos ponernos de acuerdo y rechazar con todas nuestra fuerzas la violencia, la corrupción y la impunidad. En cada ciudad necesitamos indignados. Indignados en cada pueblo, en cada vereda, en cada caserío. Necesitamos millones de indignados que despierten a este pueblo dormido y arrodillado ante sus propias desgracias. Necesitamos levantar la cabeza y decir NO MÁS.

Y que pase lo que tenga que suceder. No les tememos.

viernes, 20 de mayo de 2011

La Última Noche del Mundo por Ray Bradbury


-¿Qué harías si supieras que ésta es la última noche del mundo?
-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
-Sí, en serio.
-No sé, no lo he pensado.
El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café torrado.
-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.
-¡No lo dirás en serio!
El hombre asintió.
-¿Una guerra?
El hombre sacudió la cabeza.
-No.
-¿La bomba atómica o la bomba de hidrógeno?
-No.
-¿Una guerra bacteriológica?
-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Sólo, digamos, un libro que se cierra.
-Me parece que no entiendo.
-No. Y yo tampoco, realmente. Sólo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y sólo una cierta paz. -Miró a las niñas y los caballos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por primera vez hace cuatro noches.
-¿Qué?
-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: ¿Qué piensas, Stan?, y él me dijo: Tuve un sueño anoche. Antes que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ése. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.
-¿Era el mismo sueño?
-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente, cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios, o que se observaban las manos, o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.
-¿Y todos habían soñado?
-Todos. El mismo sueño, exactamente.
-¿Crees que será cierto?
-Sí, nunca estuve más seguro.
-¿Y cuando terminará? El mundo, quiero decir.
-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas. Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.
-¿Merecemos esto?- preguntó la mujer.
-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?
-Creo tener una razón.
-¿La que tenían todos en la oficina?
La mujer asintió.
-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era sólo una coincidencia. -La mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.
-Todo el mundo lo sabe. No es necesario. -El hombre se reclinó en su silla, mirándola.- ¿Tienes miedo?
-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.
-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?
-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.
-No hemos sido tan malos ¿no es cierto?
-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.
En el vestíbulo las niñas se reían.
-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.
-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.
-¿Sabes? Te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad, ni mi trabajo, ni nada, excepto vosotras tres. No me faltará nada más. Salvo, quizá, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?
-No se puede hacer otra cosa.
-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.
-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.
-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.
-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso... como siempre.
El hombre permaneció inmóvil durante un rato, y al fin se sirvió otro café.
-¿Por qué crees que será esta noche?
-Porque sí.
-¿Por qué no alguna noche del siglo pasado o de hace cinco siglos o diez?
-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 1969 y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano, y que nunca llegarán a tierra.
-Eso también lo explica, en parte.
-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué haremos ahora? ¿Lavamos los platos?
Lavaron los platos y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.
-No sé... -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.
-¿Qué?
-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?
-¿Lo sabrán también las chicas?
-No, naturalmente que no.
El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media.
Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada, cada uno a su modo.
-Bueno -dijo el hombre al fin.
Besó a su mujer durante un rato.
-Nos hemos llevado bien, después de todo- dijo la mujer.
-¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.
-Creo que no.
Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche, y retiraron las colchas.
-Las sábanas son tan limpias y frescas...
-Estoy cansada.
-Todos estamos cansados.
Se metieron en la cama.
-Un momento -dijo la mujer.
El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.
-Me había olvidado de cerrar los grifos.
Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.
La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.
-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.
- Buenas noches -dijo la mujer.

lunes, 16 de mayo de 2011

Luis Rueda Gómez, hasta el final.

Pienso en don Luis Rueda Gómez y un concepto es el que brota de inmediato en mi mente: él era uno de esos últimos cachacos verdaderos, símbolos de un ideal de vida descontinuado, perdido. Lo recuerdo en su conversación con su acento auténticamente bogotano, en su férrea defensa de los principios en los que fue formado y que defendió con todas sus fuerzas con su intelecto y su ejercicio del Derecho.

Era firme como una estatua, vehemente, recio. No le temblaba el ánimo para llamar las cosas por su nombre y decir la verdad con claridad, a quien fuera. Cuando le conocí, su ya venerable edad le rodeaba de un aura de respeto extraordinaria. Era una inspiración para aquellos jóvenes que lo escuchábamos y encontrábamos en su ejemplo la valentía para no ceder a la corriente de un mundo sin valores y sin esperanza. Si existen hoy tantos jóvenes empedernidos en la lucha por el respeto a la dignidad de la vida humana es por el esfuerzo continuo de hombres como Luis Rueda. Uno siempre necesita ver que sí es posible, que se puede dar la vida por un ideal, que se puede luchar hasta el final, hasta el último día, aun cuando la salud flaquee y las piernas se debiliten.

Tuvo don Luis Rueda que ver, al final de su vida, la más grande derrota del activismo Provida: la despenalización del aborto en los tres casos señalados por la Corte Constitucional. Nadie como él sabía las jugadas tramposas de ese proceso, las irregularidades y las injusticias que se cometieron. Y a pesar del juego sucio, combatió limpiamente junto con otros grandes personajes en una guerra desigual y rastrera. Y pese a perder, como se sabía que sucedería, no se quedó quieto. Siguió luchando. Fue él y solo él quien creyó que aún valía la pena demandar el decreto 4444 del Ministerio de Protección Social, que reglamentó en su momento la sentencia de la Corte. Fue él y sólo él quien ganó esa batalla anónima que produjo la suspensión provisional de dicho decreto por parte del Consejo de Estado. Los efectos de esa suspensión aún no han sido aplicados en su totalidad, y luego se inventaron formas de burlar esa victoria. Pero Luis Rueda continuó luchando.

Ese es el carácter de los Provida y espero que sus contradictores lean estas palabras. Se es Provida hasta la muerte. Hasta que un accidente absurdo acabe nuestros días, o hasta que la enfermedad nos arrebate las fuerzas por completo. Y no nos cansaremos de luchar. Y seguiremos marchando, demandando, denunciando, recolectando firmas y ayudando a las madres que se encuentran en situaciones desesperadas y recurren al aborto. Acá nos quedamos y nos quedamos peleando. Como don Luis Rueda.  Y él, desde el cielo, nos acompaña. Pueden esperar mucho más de nosotros.

***

Apenas ahora me entero de tu muerte, y me siento honrado de haberte conocido. Gracias, gracias infinitas por tu amistad. Espero que nos encontremos aquel día, y espero haber sido fiel a tu legado.

martes, 3 de mayo de 2011

Mi primer video sobre #leylleras, creado con una lógica totalmente distinta a la de ese proyecto.

Lo hermoso del trabajo en comunidad y las licencias flexibles: @mapisaro y @carobotero redactaron un texto, y @mapisaro hizo una infografía. @mapisaro utilizó los iconos del proyecto PICOL y compartió su infografía (y con @carobotero sus textos) bajo una licencia que sólo exige atribuir su autoría para permitir transformar la obra. Por esta razón pude, de una forma completamente legal, basarme en su trabajo y realizar este corto video. La música fue compartida por His Boy Elroy, un artista de CCMixter.org, también con una licencia flexible.

El resultado es este:

Explicando la #leylleras 1 from Red Pa Todos on Vimeo.

¿Hace falta decir que está protegido bajo una licencia flexible que permite copiar y transformar?

Si todos compartimos, todos ganamos.

Adelante.

viernes, 22 de abril de 2011

¿Y para qué Semana Santa?

Foto: marcp_dmoz http://www.flickr.com/photos/marcp_dmoz/
Hoy es Viernes Santo. Estaba en deuda de escribir al menos una entrada de mi blog en torno al tema de la fe que profeso. Me valgo para ello de la generalizada confusión de muchos de los trinos que he leído en torno a la Semana Santa. He leído apenas un trino que hace una reflexión sobre la figura de Jesucristo y ésta, desde una dimensión política. Los demás o bien han sido bromas sobre los temas religiosos y la historia que los católicos recuerdan en estos días o críticas directas (algunas llenas de ira o resentimiento) a la Iglesia Católica sobre los más variados temas.

Sí. Es Semana Santa y es casi forzoso hablar de la Iglesia, de Dios, de Cristo, de la religión. Entonces aprovecho para contarle a mis amigos ateos, agnósticos, panteístas, apóstatas o paganos (ninguno de estos términos los uso de forma despectiva y quienes los ostentan son orgullosos de ellos) cuál es el sentido de celebrar una vez al año esa Semana Santa que para ellos puede parecer polémica, anticonstitucional, dañina o, por lo menos, inútil.

Nosotros, los cristianos, los católicos, creemos que los hechos que se conmemoran en estos días son hechos históricos, que en verdad ocurrieron en la forma como son narrados en los Evangelios. Hago esta aclaración para que puedan comprendernos. Si las cosas sucedieron de la forma como nosotros creemos que sucedieron, entonces lo que hacemos en Semana Santa es totalmente insuficiente: no sólo habría que celebrar una semana al año, sino una cada mes o todas las semanas. Porque lo que se celebra es el sentido mismo de la vida y la comprensión de la relación entre Dios y los hombres.

El pasado domingo escuché la mejor predicación de Semana Santa de mi vida. Resumió en una frase lo que hacemos (o deberíamos hacer) cada año en esta época. Hacemos esto para recordar, descubrir e interiorizar la "gramática eucarística de la vida". Gramática. Qué hermoso término. Cómo hablar y escribir nuestra vida. Encontrar el sentido de la vida, entender ese sentido, vivirlo. Y, ¿cuál es ese sentido, esa "gramática"? Es exactamente el de los acontecimientos de la Semana Santa: la pasión, muerte y resurrección de Jesús: La vida es un don recibido para ser entregado.

Jesús entrega su vida para salvar a toda la humanidad. Entender esto requiere un contexto teológico sobre la relación entre Dios y los hombres, la naturaleza del pecado y la necesidad del perdón y la expiación. No me voy a detener a explicar todo esto. Simplemente lo resumo en que era necesario un sacrificio y que Jesús decidió asumirlo, en grado universal. Pero lo que trasciende ese relato de su muerte en la cruz está explicado en los signos que él mismo, previamente, realizó para sus discípulos para prepararlos. 

El relato de la pasión y muerte de Jesús es, para nosotros, el mayor acto de amor de la historia de la humanidad. Un acto de amor universal, que se entrega por los buenos y por los malos. Un Dios hombre que muere cruelmente por los mejores y los peores de nosotros. Que da la vida por Hitler, por Stalin, por Paul Pot, por los terroristas, por los sacerdotes pederastas, por los violadores, los corruptos, los ladrones, los asesinos, los torturadores, los explotadores, por todo lo más bajo y malvado, por mi, y por ti. Allí, en la cruz de Cristo, cuelgan todos nuestros pecados y maldades. Para que tengamos esperanza. 

Gracias a esa muerte, gracias a esa entrega, a ese acto de amor, nosotros creemos que hay una esperanza para cada ser humano, una posibilidad de redención que permite que hasta el peor de los malvados pueda, si acepta el amor de Dios, cambiar, obtener el perdón y trabajar para reparar el daño que ha causado. Si los terroristas, los pederastas, los violadores, los corruptos, los ladrones, los asesinos, los torturadores, los explotadores, si todos ellos pueden redimirse, cambiar, hacerse buenos, pagar sus crímenes y ganar la salvación, entonces tú y yo también podemos ser perdonados. Entonces esos rincones oscuros de nuestra vida que nos atormentan en silencio podrían ser iluminados. Esos actos, esos errores irreversibles ya no determinan nuestra existencia, ya no nos convierten en eso que aborrecemos. Tenemos una segunda oportunidad para dejarlos de lado y concentrarnos en mejorar nuestra vida, y hacerle la vida más feliz a los que nos rodean. Podemos abrirnos y recibir ese amor de Dios. Podemos amar.

Muy seguramente usted, querido lector, no tendrá la experiencia de la culpa y el remordimiento como la podría tener, por ejemplo, yo. Pero para personas como yo, sí es necesaria esa esperanza. Puede ser por mi debilidad de carácter, puede ser por mi ignorancia o por mi falta de capacidades intelectuales. Pero esa necesidad de religión es importante para mí, y considero que esa es una realidad que merece respeto por parte de aquellos que no la viven, que no la comparten. 

A mí me hace falta pensar en esta historia, recordarla al menos una vez al año, y preguntarme qué he hecho y que haré para entregar a los demás esta vida que he recibido de Dios. Con algo de ingenuidad, podrían creer que servirá para algo, o al menos concederme el beneficio de la duda. 

Existen muchas otras facetas de la celebración de la Semana Santa. Sin embargo creo que ésta es la más esencial. Espero que este contexto les ayude a comprender cómo es que llegamos a tener estos dos días de descanso laboral que tantas personas emplean en sus prácticas religiosas. Si esto, como lo interpreto de muchos trinos, es en verdad tan molesto y repugnante para los demás, les pido entonces mucha paciencia y tolerancia. Les pido eso sí, perdón por las desviaciones que la misma ha tenido en la práctica y la falta de testimonio que podamos dar durante los días santos. Pero estamos tratando. Estamos tratando.