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Foto: infra-leve http://www.flickr.com/photos/infraleve/ |
Hoy salió a relucir en la prensa colombiana una iniciativa polémica, pero muy poco original: que se establezca un límite de dos niños por familia a través de diversas presiones estatales. Según el proponente, el representante a la cámara Hólger Díaz, no se pretende promover el aborto, sino utilizar los subsidios, créditos, acceso a vivienda y campañas de educación para lograr esos fines. Más que analizar su implementación, me detengo en todo lo que hay detrás.
Sí. Hay muchas cosas detrás del proyecto, y que son sintomáticas de la realidad social de nuestro país. La primera de ellas es la idea misma que se tiene de los ciudadanos objeto de la iniciativa. Según el congresista, el público objetivo está compuesto por las familias más pobres, que insisten en tener más hijos. La idea que muchos tienen de esas personas es que se trata de gente ignorante, irresponsable e incapaz de educar y garantizar un mejor futuro a sus hijos. Son ignorantes porque no han tenido acceso a educación superior. Son irresponsables por tener muchos hijos. Gracias a esas dos condiciones, la consecuente incapacidad de mejorar la situación de sus hijos es manifiesta.
Es gracioso. Esa descripción, y no otra, se podría aplicar sin problema alguno a mis abuelos. No me voy a avergonzar de ellos ni del hecho de que fueran muy pobres, que no tuvieran educación superior (mi abuela ni siquiera llegó a la secundaria), y que tuvieran un elevado número de hijos (nueve). Mi abuelo fue albañil toda su vida y mi abuela vendió arepas y gerenció una tienda de barrio para sacar adelante a sus hijos. Gente ignorante y irresponsable, dirían algunos entre quienes se encontraría el honorable representante.
Pero la dura vida de mis abuelos no fue la misma de sus hijos. Esa siguiente generación sufrió la pobreza pero hizo su ascenso a la educación técnica y la creación de microempresas. Esos hijos lograron, con trabajo honesto, garantizarnos a nosotros, la tercera generación, una vida verdaderamente cómoda y el acceso a la educación superior. Las cosas cambian y la gente progresa y el progreso de la gente es el progreso del país, ¿no? Yo he podido educarme, graduarme como periodista en una prestigiosa universidad y viajar a otros países, cosas que me han permitido ganarme la aceptación de la gente de mejores recursos, "educada y responsable", que tanto alaba el proyecto.
Liberados, espero, del injusto prejuicio con el cual solemos discriminar a la "gente pobre", podemos ver más facetas de la iniciativa.
Yo soy un convencido del respeto de ciertas libertades por parte del Estado. Una de ellas, que relaciono con la más sagrada intimidad de los individuos, es la decisión de las parejas sobre cuántos hijos desean y cuándo desean tenerlos. Puedo estar de acuerdo o en desacuerdo con la conducta de una familia en este sentido, puedo considerarlos responsables o irresponsables, puedo pararme en la cabeza si quiero, pero no me atrevo a invadir su intimidad y decirles qué deben hacer en estos temas. Ellos verán, es su problema, pueden acertar o equivocarse. Decidir por ellos va más allá del proverbial "meterse al rancho": es inmiscuirse entre las sábanas. Si la intimidad de la familia no protege eso, entonces esa intimidad no existe.
Los trinos al respecto de la norma han hecho mención de la famosa superpoblación del planeta. Es evidente para muchos que los hijos de esa gente pobre, ignorante e irresponsable afectan negativamente el equilibrio de la naturaleza a escala global. Somos demasiados. Pero no se dan cuenta que los países europeos ya colaboran a tan "loable" causa a través de millones de abortos (Estados Unidos también coopera con generosidad) y con la escasa voluntad que sus parejas jóvenes tienen de procrear, y enfrentan problemas precisamente por su falta de población joven. En varios países, el Estado debe promover la inmigración a ciertas regiones (como lo hace Canadá) o premia con subsidios a las parejas que deciden traer niños al mundo.
China es la maestra mundial del control natal. Lleva décadas aplicando una ley que restringe la libertad de las parejas a tener un solo hijo por familia. Lo ha hecho por los métodos que el honorable representante pide para Colombia. Pero ha incorporado otras formas de chantaje, como cortar los servicios públicos a familias rebeldes, o incluso ha aplicado en algunas regiones la esterilización y el aborto forzados. No pasa en todas partes, pero pasa. Y muchas familias han tenido que huir al destierro para proteger a sus hijos. En otras tierras han disfrutado la libertad de decidir el número de hijos que buenamente deseen tener. La ONU ha apoyado la dura política antinatalista de China. Pero piensen bien: los habitantes (sobre todo los rurales) de un país comunista como China deben ser pobres, ignorantes e irresponsables. Ante esto, el Estado tiene que actuar. Y siendo un Estado poderoso, actúa con fuerza.
Ese podría ser el nudo de la contradicción. Unos países premian la procreación. Otros deben evitar que sus ciudadanos tengan muchos hijos. Y Colombia es de esos países de tercera categoría cuyos ciudadanos no deberían tener varios hijos. Si tienen muchos hijos, podrían trabajar mucho y generar desarrollo, incluso podrían llevar a sus países a ser potencias algún día. Qué contradicción: si China no tuviera su inmensa población, no hubiera llegado a ser la gran potencia que es, ni tampoco India hubiera llegado a donde está sin su gran cantidad de habitantes. Si todos esos pobres de los países de tercera repiten la historia de mis abuelos, el orden de las cosas se subvertiría y eso es algo que no se puede admitir.
Recientemente, el Congreso de la República invocó el derecho de las parejas a decidir el número de hijos que deseen tener para aprobar una ley. No era una ley que previniera los abusos que constantemente sufren los padres de familias numerosas cuando médicos, profesores, trabajadores sociales y otros eminentes personajes se consideran con derecho a decirles qué hacer. Era una ley para garantizar que cualquier hombre mayor de 18 años acceda gratuitamente a la vasectomía. Según ellos, una acción responsable. Después de ese procedimiento ese hombre ya no podría decidir cuántos hijos tener (porque ya no puede) y seguramente automáticamente considerado más educado y menos pobre. ¡Qué falacia! Una ley invoca una libertad, pero su objeto es lograr que los ciudadanos renuncien a esa misma libertad.
Por todos esos motivos, y los que se quedan en el tintero, triné con vehemencia al recibir la noticia: Si en Colombia se aprueba una ley que solo permita dos hijos por familia, me voy. Cuando decida conformar una familia, no voy a permitir que el Estado se meta a decidir por nosotros. Si tenemos un hijo o dos, o doce, sería nuestro problema.
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Para profundizar:
Un reporte de denuncia sobre las políticas contra la natalidad en China:
https://pop.org/content/full-report-on-unfpas-involvement-in-china#mosher