lunes, 16 de mayo de 2011

Luis Rueda Gómez, hasta el final.

Pienso en don Luis Rueda Gómez y un concepto es el que brota de inmediato en mi mente: él era uno de esos últimos cachacos verdaderos, símbolos de un ideal de vida descontinuado, perdido. Lo recuerdo en su conversación con su acento auténticamente bogotano, en su férrea defensa de los principios en los que fue formado y que defendió con todas sus fuerzas con su intelecto y su ejercicio del Derecho.

Era firme como una estatua, vehemente, recio. No le temblaba el ánimo para llamar las cosas por su nombre y decir la verdad con claridad, a quien fuera. Cuando le conocí, su ya venerable edad le rodeaba de un aura de respeto extraordinaria. Era una inspiración para aquellos jóvenes que lo escuchábamos y encontrábamos en su ejemplo la valentía para no ceder a la corriente de un mundo sin valores y sin esperanza. Si existen hoy tantos jóvenes empedernidos en la lucha por el respeto a la dignidad de la vida humana es por el esfuerzo continuo de hombres como Luis Rueda. Uno siempre necesita ver que sí es posible, que se puede dar la vida por un ideal, que se puede luchar hasta el final, hasta el último día, aun cuando la salud flaquee y las piernas se debiliten.

Tuvo don Luis Rueda que ver, al final de su vida, la más grande derrota del activismo Provida: la despenalización del aborto en los tres casos señalados por la Corte Constitucional. Nadie como él sabía las jugadas tramposas de ese proceso, las irregularidades y las injusticias que se cometieron. Y a pesar del juego sucio, combatió limpiamente junto con otros grandes personajes en una guerra desigual y rastrera. Y pese a perder, como se sabía que sucedería, no se quedó quieto. Siguió luchando. Fue él y solo él quien creyó que aún valía la pena demandar el decreto 4444 del Ministerio de Protección Social, que reglamentó en su momento la sentencia de la Corte. Fue él y sólo él quien ganó esa batalla anónima que produjo la suspensión provisional de dicho decreto por parte del Consejo de Estado. Los efectos de esa suspensión aún no han sido aplicados en su totalidad, y luego se inventaron formas de burlar esa victoria. Pero Luis Rueda continuó luchando.

Ese es el carácter de los Provida y espero que sus contradictores lean estas palabras. Se es Provida hasta la muerte. Hasta que un accidente absurdo acabe nuestros días, o hasta que la enfermedad nos arrebate las fuerzas por completo. Y no nos cansaremos de luchar. Y seguiremos marchando, demandando, denunciando, recolectando firmas y ayudando a las madres que se encuentran en situaciones desesperadas y recurren al aborto. Acá nos quedamos y nos quedamos peleando. Como don Luis Rueda.  Y él, desde el cielo, nos acompaña. Pueden esperar mucho más de nosotros.

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Apenas ahora me entero de tu muerte, y me siento honrado de haberte conocido. Gracias, gracias infinitas por tu amistad. Espero que nos encontremos aquel día, y espero haber sido fiel a tu legado.

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